Profesión, interiorista

En mi opinión, el secreto, que no hay secreto, del buen interiorista para alcanzar un resultado final satisfactorio, reside únicamente en el minucioso y riguroso trabajo previo, en la proyección realista de las ideas previamente concebidas y contrastadas con los deseos personales y propios de cada cliente.

Es esa sinergia, esa labor de análisis previo, incluso psicológico; en suma, esa combinación entre los factores subjetivos presentes en cada estudio concreto y los cánones objetivos preexistentes, lo que va a garantizar el resultado final deseado por el cliente y pretendido por mí en cada proyecto.

En esta fascinante labor que emprendo con cada cliente que deposita en mí su confianza, apenas hay margen para la improvisación y el azar. Todo está previamente proyectado, calculado, medido y bien medido; lo que provoca, a su vez, que el margen de error sea inexistente y las posibilidades de que el cliente quede insatisfecho, nulas.

La garantía de satisfacción en los proyectos que yo dirijo es total, porque en esta hermosa travesía el cliente es, en todo momento, el actor principal.

Mi función consiste en presentarle cuantas propuestas y soluciones decorativas resulten necesarias, a partir de sus ideas en bruto o preconcebidas, hasta alcanzar la materialización de aquélla que más se identifica con cada cliente en particular. Esto requiere una pausada y previa labor de prospección que ahonda hasta llegar al análisis del entorno geográfico, de los hábitos de vida y de la personalidad de cada sujeto o núcleo familiar, etc.

 

Esta manera de entender mi trabajo facilita, por las mismas razones antes expuestas, un control exhaustivo del coste económico de ejecución del proyecto. Es el cliente quien va a decidir en todo momento, y antes de realizar el gasto, hasta dónde quiere y puede llegar, sin sorpresas y visualizando previamente el resultado final.

Dicho de otro modo, trabajar así supone rentabilizar al máximo el presupuesto de cada cliente, andar sobre seguro en todos los sentidos, algo especialmente importante en situaciones de estrechez económica.

Consecuentemente con todo esto, cada cliente, según sus posibilidades económicas, obtiene sin duda el mejor resultado posible al mejor precio.

Porque lógicamente la calidad de los materiales varía y hay que pagarla en su justa medida, pero la imaginación y el buen gusto no tienen precio.

La clave de un resultado final plenamente satisfactorio no reside en los artículos o en los diferentes productos y materiales que existen y que pueden encontrarse en cualquier tienda, sino en lo que un buen interiorista es capaz de hacer, de crear, de componer con todo ello.

El ejemplo es claro: Una paleta de pinturas y diversos pintores. La diferencia entre éstos no reside en las pinturas, iguales para todos y al alcance de cualquiera, sino en lo que cada uno de ellos es capaz de plasmar en el lienzo. Se trata de una cuestión puramente intelectual y creativa, no material.

Mi trabajo consiste en proporcionar a cada cliente este servicio personalizado, en aportarle ese factor diferencial de conocimiento, imaginación y buen gusto a un precio más que razonable que, por todo lo dicho, en ningún caso debe ser considerado un gasto adicional, sino una inversión segura y rentable incluso económicamente.

Ana Leonís
Diseñadora-interiorista